Sabina Sotelo es la madre de
Víctor “Frente” Vital, un joven ladrón que encontró la muerte en un caso de
gatillo fácil el 6 de febrero de 1999 en una villa de San Fernando, al norte
del conurbano. Su historia conmovió al país por el abuso cometido por las
autoridades policiales y porque además esta historia está contada en el libro
de Cristian Alarcón “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia”. En este
libro, Alarcón cuenta la historia de Víctor y de cómo, tras su muerte, comenzó
a ser considerado como “el santo de los pibes chorros”. Sotelo, actualmente, se
encuentra al frente de un comedor que corre riesgos de ser cerrado por la falta
de subsidio.
Por Agustina Ledesma y Agustín
Luchtenberg
La cita con Sotelo fue en el comedor ubicado en Tigre, provincia de
Buenos Aires. Una vez en el lugar, sentados y entre mates y risas, Génesis pudo conocer a esta mujer que
ha convertido su vida en una sóla acción: dar. A pesar de mostrarse cordial y
muy alegre se puede ver a una mujer golpeada por la vida.
Antes de comenzar la entrevista, la mujer rompió el hielo contando una
anécdota del día anterior. Contó que el lugar está un poco desordenado porque
el día anterior estuvo su nieto con unos amigos jugando a la Playstation. Admite ser una abuela
permisiva.
¿En qué consiste “Organización por
la vida”?
La organización da de comer y merendar a casi doscientas personas.
Hasta diciembre de 2013 concurrieron 173. Desde ese momento hasta el día de hoy
el lugar no volvió a abrir y estamos pensando en cerrarlo definitivamente. Este
espacio, además de comedor y merendero, cuenta con un salón que está construido
en el fondo del terreno, que tiene todas las comodidades y fue hecho para que
muchas puedan terminar sus estudios secundarios.
Básicamente, porque ya no contamos con ningún tipo de apoyo más que el
de la bajada de alimentos. A primera vista eso parece ser lo esencial pero no
lo es. La manutención de este lugar es muy costosa. Por ejemplo, la última
boleta de gas fue de más de quinientos pesos que, como todo, salió de mi
bolsillo. No me estoy quejando porque esto llena a mí, pero yo solamente cuento
con una jubilación mínima y se me hace difícil.
Tuve dos solicitudes de subsidios pero ambas fueron rechazadas. Es una
pena porque tengo un lugar que cuenta con todas las condiciones, incluyendo
calefacción para los que quieran venir en invierno.
Además de estar al frente de la
organización, ¿qué más hacés en tu vida?
Bueno … llevo adelante la vida de una persona normal. Soy abuela,
disfruto de mis hijos y de mis nietos. También lucho por el reconocimiento de
los derechos humanos, doy charlas en escuelas y universidades. En la última
charla que di me sentí muy bien, sentí que todo el trabajo que hago no es en
vano. Estaba rodeada de intelectuales, entre ellos, el juez Zaffaroni. Fue en
la Universidad Nacional de La Plata.
Los alumnos ya sabían mi historia porque habían leído el libro
obligatorio de la cátedra. Cuando terminé mi relato estaba todo el auditorio de
pie aplaudiéndome. Fue algo totalmente increíble y gratificante.
Ya que tocaste el tema, ¿qué te
pareció el libro de Cristian Alarcón en el que se cuenta la historia de tu
hijo?
Voy a decir algo que sorprende a todo aquel que me hace esa pregunta:
jamás leí el libro.
¿Por qué razón?
Es volver a vivir algo muy doloroso para mí. En ese libro no sólo se
cuenta la vida y el asesinato de Víctor, sino también lo dura que fue mi vida.
Cómo es la vida en la villa, las pocas posibilidades con la que cuenta uno, el
recuerdo de un hijo que fue a la Guerra de Malvinas. En fin, la cruda realidad
que tuvimos mi familia y yo. Es un libro muy duro.
De todas maneras, yo sé bien lo que cuenta el libro, porque ayudé a
Cristian a llevar adelante este proyecto; y porque, al fin y al cabo, es mi
propia vida expresada en hojas.

En todo momento me acuerdo de Víctor. Si bien la última vez que
estuvimos juntos fue una gran alegría, pienso que fue un beso de despedida
antes de irme a trabajar. Yo trabajaba como seguridad en un supermercado. Pero
finalmente, el último recuerdo que tengo y que jamás voy a olvidar es el de mi
hijo debajo de una mesa con un disparo en la cara.
Tu papel fue fundamental para que
este libro sea escrito, ¿qué fue lo que hiciste?
Mi participación fue clave – rié-. Siempre le digo a Cristian, en
broma, que su fama me la debe a mí. Básicamente lo mío fue ayudarlo a entrar en
la villa, convencer a los chicos del lugar para que se entrevistaran y más.
¡Sí! Él no se olvida de mí. Hablamos mucho por teléfono, él viaja
demasiado y de todos los lugares que recorre me trae algún recuerdo. Justamente
el otro día recordábamos cuando se hizo la presentación del libro. Fue en La
Trastienda, en Capital, fuimos con todos los chicos de la Villa y llenamos el
lugar. Hoy, si él viene a la villa entra como uno más, ya no me necesita para
entrar. Es más, cuando anda por el país sale a bailar con los chicos. Todos lo
quieren muchísimo y es raro que los chicos quieran a un periodista. Siempre
existe ese prejuicio de que los periodistas quieren delatarlos o algo por el
estilo, pero con él se sienten seguros.
¿Sabés qué es de la vida del
asesino de tu hijo?
Claro que sé. Héctor Sosa cumplió tan sólo tres años dentro de la
cárcel, en la cual tuvo privilegios. Hoy es un pastor en una iglesia
evangelista. Lo que es la vida. No hacen mucho se acercó hasta mí su ex mujer
para pedirme ayuda. No sólo mató a mi hijo sino que violó a su propia hija,
pero la justicia en este país es lenta.
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