Wilson Severino, la vida de guerrero

miércoles, 14 de mayo de 2014

El "Negro" es el goleador de Atlas, club que milita en la quinta división del fútbol de Argentina. A sus 34 años, a fuerza de goles y de carisma se ha convertido en ídolo de la institución. De niñez humilde y adolescencia sacrificada, supo vencer a la adversidad y disfrutar de lo que más le gusta: el fútbol. El delantero abre su corazón y  cuenta su lucha diaria, sus amores, sus victorias y sus derrotas. Génesis te cuenta la historia de un hombre que siente el fútbol como pocos.

Por Sebastián Beltramella y Ezequiel Abraldes.
El encuentro se produjo en el humilde Ricardo Puga, estadio del Club Atlético Atlas. A paso lento y seguro se acerca Wilson Severino. El cansancio de un largo día se le nota en su mirada. Saluda a la decena de niños que pasean en sus bicicletas al costado del alambre y se lanza a la butaca del banco de suplentes para descansar sus piernas. Se quita la gorra, sonríe, saluda, agradece la visita, se frota las manos y nos cuenta las peripecias que pasó hasta llegar a destino.
¿Cómo surge tu pasión y dónde empezaste a jugar al fútbol?
La pasión la traigo desde la cuna. Desde que que tengo memoria la pelota siempre me llamó la atención. Es lo que amé toda mi infacia. Respecto a mis inicios en el fútbol, lo mío siempre fue el potrero. Jugué desde los seis años hasta los veintitres; después me vine a Buenos Aires para jugar en Central Ballester y desde el 2008 que estoy en Atlas.
¿Te costó adaptarte a la Primera D?
¡No te imaginás!. Cuando llegué me re puteaba con mis compañeros. Claro, yo no conocía el off side, entonces estaba diez, quince metros adelantado y no entendía como no me la pasaban, ja ja. Me llevó dos meses aprender la regla del fuera de juego, pero después le agarré la mano y comencé a meter goles.
¿Alguna vez surgió la oportunidad de emigrar hacia otra división superior?
Sí, propuestas me han llegado. El problema es que tengo señora y dos hijos, no me puedo dar el lujo de arriesgar el plato de comida y la cuota del colegio de ellos. Cuando llegaban las propuestas me interesaban, pero tenía que dedicarme full time al fútbol y nadie me aseguraba un sueldo fijo. Trabajo desde hace ocho años en el Ferrocarril Belgrano (mantenimiento de vías) y a fin de mes sé con qué dinero cuento.  En otro momento de mi vida lo habría aceptado.
Imagino que no debe ser nada fácil trabajar y luego entrenar.
(Wilson respira profundo, luego deja escapar una sonrisa desganada).
La verdad es que me liquida, je. Laburo de diez de la noche a seis de la mañana. Llego a mi casa, duermo, almuerzo y después por la tarde entrenamos. Es como todo, cuestión de acostumbrarse. Yo siempre digo; calavera no chilla. Nadie me obliga a jugar al fútbol, lo hago porque me apasiona. Tampoco tengo expectativas en poder cambiar mucho mi vida laboral porque la vida no me dio la posibilidad de estudiar.
Con esto que contás todo lo que brindás en la cancha tiene un doble valor. Pero ésta es tú historia:¿ Muchos  en el mundo del fútbol de ascenso viven igual que vos?.
El futbolista del ascenso tiene una vida sacrificada. Tengo varios compañeros que llegan con los justo a fin de mes. Como te dije, nadie nos obliga a jugar, lo hacemos por amor. El dinero que podés ganar en el ascenso no te modifica estilo de vida. Somos remadores. Por eso cuando nos putean o nos critican, estallamos. Algunos nos comparan con los jugadores de Primera A, que sólo se dedican a entrenar y a jugar. Y ni hablemos de los contratos que tienen.
¿Te ha privado de muchas cosas el fútbol?
Mirá... hay veces que pienso en soltar todo. "El Jeta" (su hijo mayor) ya tiene ocho años y empezó a jugar al baby. Entrena tres veces por semana y juega los sábados, el mismo día que yo. Entonces pienso que me estoy perdiendo el crecimiento de mi hijo y me pongo triste.
El goleador de Atlas comienza a fragmentar las oraciones. Se le quiebra la voz y la emoción aflora cuando nombra a sus hijos. Se seca las lágrimas con el puño de su buzo, pide disculpas, y luego de unos segundos continúa con su relato.

El jugador de Primera A lo justifica con inversión, con buena vida... yo no lo justifico con nada. Mis hijos son mi vida y no los estoy disfrutando como debería. En caliente he pensado varias veces en el retiro, pero me familia me apoya en todo y quieren que siga. De todas maneras, estoy en mi última etapa como futbolista.

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